¿Qué impacto tendrá la inteligencia artificial en los precios y los valores de mercado? ¿Bajará la inflación y subirán los activos?

Podemos coincidir, sin temor a equivocarnos, que la inteligencia artificial (IA) es una de las tecnologías más disruptivas y prometedoras de nuestro tiempo. Su capacidad para procesar grandes cantidades de datos, aprender de ellos y generar soluciones innovadoras tiene el potencial de transformar diversos sectores y actividades económicas. Sin embargo, es evidente que también plantea importantes desafíos y dilemas éticos, sociales y políticos.

Uno de los aspectos más interesantes y debatidos sobre la IA es su impacto en los precios y los valores de mercado. ¿Cómo afectará la IA a la oferta y la demanda de bienes y servicios? ¿Cómo influirá en el poder adquisitivo de los consumidores y en el nivel general de precios? ¿Cómo reaccionarán los mercados financieros ante el avance de la IA?

Algunos expertos sostienen que la IA tendrá un efecto deflacionario sobre la economía, es decir, que contribuirá a reducir la inflación y a aumentar el valor real del dinero. Según esta visión, la IA aumentará la productividad y la eficiencia de las empresas, lo que les permitirá ofrecer productos y servicios de mayor calidad a precios más bajos. Además, la IA reducirá los costes de producción, transporte, comunicación y almacenamiento, lo que abaratará aún más los bienes y servicios. Por otro lado, la IA también aumentará la competencia entre las empresas, lo que las obligará a innovar constantemente y a ajustar sus márgenes de beneficio.

Un ejemplo de esta perspectiva deflacionaria es la opinión de Cathie Wood, fundadora y directora ejecutiva de ARK Investment Management, una empresa especializada en invertir en empresas de tecnología disruptiva. Wood predice que la IA conducirá a una deflación “benigna” que impulsará el crecimiento económico y el valor de los mercados. Según Wood, la IA permitirá a las empresas ofrecer “productos y servicios personalizados a precios muy bajos”, lo que aumentará el bienestar de los consumidores y estimulará el consumo. Asimismo, Wood afirma que la IA creará nuevas oportunidades de inversión en sectores como la salud, la energía, el transporte y la educación, lo que impulsará el valor de las acciones.

Otro ejemplo de esta visión optimista es la declaración de Gordon Brown, ex primer ministro británico y actual enviado especial de las Naciones Unidas para la Educación Global. Brown dice que la IA podría salvar al mundo de un bajo crecimiento económico. Según Brown, la IA podría generar un aumento del 50% en el producto interior bruto (PIB) mundial para 2030, lo que supondría un incremento anual del 3,4%. Brown argumenta que la IA podría resolver problemas globales como el cambio climático, la pobreza, las enfermedades y el analfabetismo, lo que mejoraría la calidad de vida de millones de personas.

Sin embargo, no todos comparten esta visión positiva sobre el impacto de la IA en los precios y los valores de mercado. Algunos expertos advierten que la IA también tendrá efectos negativos e impredecibles sobre la economía, que podrían generar inflación, desigualdad, desempleo y crisis financieras.

Según esta visión, la IA podría provocar una caída de la demanda agregada, es decir, del gasto total en bienes y servicios. Esto se debería a que la IA podría sustituir a muchos trabajadores humanos por máquinas inteligentes, lo que reduciría el empleo y los ingresos de las personas. Además, la IA podría aumentar la concentración del poder económico en unas pocas empresas o individuos que controlen las tecnologías más avanzadas, lo que aumentaría la desigualdad y reduciría el poder adquisitivo de la mayoría. Por otro lado, la IA podría generar una mayor incertidumbre e inestabilidad en los mercados financieros, al introducir nuevos riesgos y vulnerabilidades asociados a la ciberseguridad, la regulación, la ética y la gobernabilidad.

Un ejemplo de esta perspectiva crítica es el informe del Banco Mundial titulado “¿Qué pasa si pierdes tu trabajo por un robot?”. El informe analiza el impacto potencial de la automatización impulsada por la IA en el mercado laboral de 157 países. Según el informe, la IA podría eliminar el 9% de los empleos existentes en los países de ingresos altos, el 6% en los de ingresos medios y el 4% en los de ingresos bajos. El informe advierte que la IA podría generar una “polarización” del mercado laboral, en la que solo se mantendrían los empleos de alta y baja cualificación, mientras que se perderían los empleos de cualificación media. El informe recomienda que los gobiernos adopten medidas para proteger a los trabajadores afectados por la IA, como ofrecer educación, formación, protección social y políticas activas de empleo.

Otro ejemplo de esta visión pesimista es el libro “La era de la vigilancia capitalista” de Shoshana Zuboff, profesora emérita de la Escuela de Negocios de Harvard. Zuboff denuncia que la IA está siendo utilizada por las grandes empresas tecnológicas para extraer, analizar y monetizar los datos personales de los usuarios, lo que supone una amenaza para la privacidad, la democracia y la dignidad humana. Zuboff acuña el término “vigilancia capitalista” para describir este nuevo modelo económico basado en la explotación de los datos como una nueva forma de capital. Zuboff advierte que la vigilancia capitalista genera una “asimetría radical” entre las empresas que poseen y controlan los datos y las personas que los generan y consumen, lo que crea una nueva forma de desigualdad y dominación.

Ahora bien, la tecnología nos facilita la vida y nos ayuda a hacer más con menos. Esto es bueno, pero también tiene un riesgo: que los precios bajen demasiado. Esto se llama deflación y puede ser un problema si la gente deja de comprar, invertir y trabajar.

Para evitarlo, los bancos centrales crean dinero y lo ponen en circulación. Así se estimula la demanda y se frena la deflación. Pero este dinero no se reparte equitativamente, sino que se va a los mercados financieros, donde se compran acciones y criptomonedas. Estos activos se encarecen porque hay más dinero para adquirirlos. Así que, mientras la tecnología nos hace ahorrar, los bancos centrales nos hacen gastar (a algunos) y nos suben el precio de otras cosas.

Pero hay más factores que afectan a los precios. Por ejemplo, que la población sea más vieja y menos trabajadora. O que haya menos comercio mundial y más proteccionismo. Estos factores son inflacionarios, es decir, que hacen subir los precios. ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Tendremos precios bajos o altos? ¿O una combinación de ambos? No lo sabemos con seguridad, pero lo que sí sabemos es que vivimos en tiempos curiosos.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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