Redefiniendo el dinero: el dilema de la moneda digital de Estados Unidos

El miércoles 20 de septiembre, el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó dos proyectos de ley para frenar la emisión de una moneda digital del banco central (CBDC, por sus siglas en inglés). Uno de los proyectos impediría a la Reserva Federal poner en marcha programas de prueba de CBDC sin la aprobación del Congreso, mientras que el otro impediría a los bancos federales utilizar CBDC para algunos servicios y productos. 

Los principales adversarios políticos de un dólar digital son pesos pesados como Robert F. Kennedy Jr. y el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que se han lanzado al ruedo para llegar a la presidencia dentro de un año, en noviembre.

En julio, DeSantis dijo que las CBDC nunca se crearían bajo su administración, alegando la preocupación de que los consumidores perdieran poder sobre su propio dinero. Kennedy, por su parte, conocido defensor de Bitcoin, se manifiesta en contra del dólar digital, ya que “ampliará enormemente el poder del gobierno para sofocar la disidencia cortando el acceso a los fondos con solo pulsar una tecla”.

En mayo, Cointelegraph informó de que, según sus propias investigaciones, más de 130 países se encontraban en alguna fase de investigación sobre una CBDC, y solo ocho habían rechazado la idea de plano. Estos países son diversos, desde Francia y Suiza hasta Haití y Bután. Así pues, hay que preguntarse: ¿Por qué un país como Estados Unidos se opone tanto a tener su propia moneda digital?

La idea de una CBDC en sí misma no es demasiado taxativa. En esencia, los dólares digitales se basarían en la tecnología blockchain en lugar de tener dólares tradicionales circulando entre cuentas. Eso reduciría drásticamente los tiempos de transferencia, recortaría las comisiones y acabaría con los “intermediarios” que ralentizan las cosas y se llevan una tajada.

Según la Federal Deposit Insurance Corporation, en 2021 aún había 5.9 millones de hogares “no bancarizados” en Estados Unidos, una cifra enorme se mire por donde se mire.

Una CBDC significaría que la Reserva Federal supervisaría efectivamente todas las transferencias bancarias del país, ya que no habría alternativa. Y tenerlo todo bajo el mismo techo significa que un error o un fallo afectaría a todos en lugar de limitarse a un banco, por ejemplo.

Pero quizá el mayor argumento en contra de una CBDC es que, para los puristas de las criptomonedas, tener una institución central que supervise una moneda es precisamente lo que se pretendía evitar con las criptomonedas. ¿Por qué dar ahora un giro de 180 grados?

Las motivaciones políticas desempeñan un papel importante en el debate en Estados Unidos. En marzo de 2022, el presidente Joseph Biden dijo que su administración “daría la máxima urgencia a los esfuerzos de investigación y desarrollo de las posibles opciones de diseño y despliegue de una CBDC estadounidense”.

Esto dio pie a que el partido republicano se manifestara en contra del plan, citando la invasión de la privacidad y afirmando que era otra forma de control gubernamental. DeSantis incluso hizo una predicción orwelliana sobre la posibilidad de que el gobierno impidiera a sus ciudadanos comprar combustibles fósiles o armas si se aplicaba dicha legislación.

Esto no quiere decir que Estados Unidos no haya estudiado una CBDC, ya que lo ha hecho ampliamente.

En 2020, la Reserva Federal puso en marcha el Project Hamilton para estudiar la viabilidad de una CBDC. Para 2022, había desarrollado un sistema que tomaba elementos del funcionamiento de Bitcoin pero se alejaba de su rígida columna vertebral de blockchain. El resultado fue un sistema capaz de procesar 1.7 millones de transacciones por segundo, años luz por delante de la blockchain de Bitcoin y más rápido incluso que Visa, que puede gestionar unas 65,000 transacciones por segundo.

David Millar, coordinador del centro de datos del Santander, declaró a Cointelegraph: “Los saltos adelante que dieron durante el Project Hamilton fueron realmente asombrosos. Cuando nos enteramos de los progresos que estaban haciendo, creímos que toda nuestra infraestructura tendría que renovarse por completo en los próximos cinco años”.

Sin embargo, el proyecto concluyó su fase inicial en diciembre de 2022 y no fue más allá. Una vez más, las voces discordantes del Congreso atacaron el proyecto, afirmando que se había llevado a cabo pensando únicamente en el mundo académico y el sector público y que el ciudadano medio no se beneficiaría. Millar añadió:

“El tiempo y el esfuerzo invertidos en Hamilton y los resultados que produjeron; es una tragedia que la mayor parte nunca vea la luz del día”.

La cuestión de la privacidad es uno de los principales enemigos del dólar digital. El principal argumento de los detractores es que, si va a existir un dólar digital, debería ser efectivamente como lo es ahora el dólar en efectivo, con sus ventajas de anonimato unidas a la potencia y velocidad de una criptomoneda. Los partidarios del dólar digital sostienen que ya existe, pero que aún no se llama así. El dinero de las tarjetas de crédito es digital a todos los efectos, y ¿alguno de nosotros envía dinero en efectivo a Amazon para pagar?

El mundo avanza hacia una sociedad sin dinero en efectivo, y Estados Unidos no es una excepción. En 2022, solo el 18% de todos los pagos en Estados Unidos se hicieron en efectivo, frente al 31% en 2016.

Estados Unidos es también un país de extrañas contradicciones. Mientras avanza en muchas áreas, como la tecnología, su sistema bancario sigue anclado en lo tradicional, con pagos con cheques que siguen siendo la norma. Arrastrar a toda una nación lejos de eso es una tarea difícil.

Entonces, ¿qué le depara el futuro a una posible CBDC estadounidense? Pues muy poco. El “Project Hamilton” se cerró sin indicios de una segunda fase y, según Darrell Duffie, profesor de finanzas de la Escuela de Negocios de Stanford, aunque se sigue trabajando en él, se ha ralentizado a paso de tortuga y “nadie está avanzando abiertamente”.

Parece que, en el futuro inmediato, ésta será una parte de la criptomoneda en la que Estados Unidos no será pionero.

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