Profesores de Derecho de la NYU postulan que ‘apuestas de crecimiento personal’ con contratos inteligentes deberían ser legales

Los profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York Max Raskin y Jack Millman han publicado recientemente un artículo en la revista Journal on Emerging Technologies en el que debaten la legalidad del uso de contratos inteligentes basados en blockchain para “apuestas de crecimiento personal”. 

Según el dúo, las apuestas de crecimiento personal son contratos entre una sola parte y una persona. El objetivo de estos contratos suele ser la mejora personal, es decir, empezar o dejar de hacer algo durante un periodo de tiempo determinado o en una fecha determinada.

Los investigadores utilizan las nociones de dejar de fumar o perder peso para describir el concepto. De acuerdo con su artículo:

“Por ejemplo, un resumen aproximado de tal apuesta sería: si Max no pierde 10 libras en los próximos seis meses, debe pagarle a Jack USD 1,000. Mientras que, si pierde peso, Jack deberá invitarle a Max un bistec para cenar”.

El argumento central del artículo, según los investigadores, es que los incentivos pueden tener un impacto positivo en la capacidad de una persona para tener éxito en tareas personales difíciles. Sin embargo, sin responsabilidad, es menos probable que esos incentivos funcionen.

“Los contratos inteligentes pueden”, indican los autores, “desempeñar las funciones de ejecutor y supervisor, permitiendo a un aspirante obligar eficazmente a su yo futuro sin necesidad de implicar a otra persona”.

Raskin y Millman proponen un esquema en el que un contrato inteligente se concibe en la blockchain utilizando “contractware”, hardware utilizado para medir o supervisar las condiciones de la apuesta, para hacer cumplir los términos del contrato.

En el caso de dejar de fumar, los investigadores ponen el ejemplo de una persona que coloca USD 10,000 en un contrato inteligente que le exige permanecer sin fumar durante 30 días para volver a obtener los fondos. En caso de incumplimiento, los fondos podrían, por ejemplo, enviarse a una organización benéfica predefinida a elección del usuario.

Para hacer cumplir las condiciones de la “apuesta”, los investigadores prevén un sistema en el que el usuario confirmaría el cumplimiento mediante el uso de un alcoholímetro de monóxido de carbono, un aparato que puede detectar el humo del cigarrillo en el aliento del mismo modo que un alcoholímetro determina el nivel de alcohol en sangre.

Si el usuario no se presentara a un control designado o no superara la prueba de alcoholemia, las condiciones del contrato inteligente se ejecutarían de forma autónoma y, por tanto, el usuario perdería su importe apostado.

Aunque el concepto es relativamente sencillo, los aspectos jurídicos que rodean a los autocontratos y su aplicabilidad son algo confusos. Los investigadores afirman que no debería haber ningún impedimento legal que impidiera a alguien comprometer sus propios recursos financieros en un plan para apostar por uno mismo y, siempre que las condiciones reciban una “consideración” legal, tal contrato debería ser ostensiblemente vinculante.

“No hay ninguna ley que prohíba a un individuo regalar su dinero”, escriben los investigadores. Sin embargo, señalan que debería haber límites a lo que se puede utilizar como staking, especialmente si se tiene en cuenta la naturaleza autónoma de los contratos inteligentes.

El documento también considera el caso hipotético de un inversor “dispuesto a instalar una bomba en su cráneo” para demostrar su voluntad de devolver un préstamo “de tal forma que explotaría si dejara de pagar o intentara quitarla”.

Según la investigación, esto se consideraría una forma de contrato inteligente “fuerte”, ya que sus términos contienen un “coste infinitamente alto de revocación para el deudor”. Sin embargo, el documento también indica que tal contrato “probablemente” no sería legal como autocontrato debido a las “muchas leyes contra el suicidio y la promoción del suicidio”.

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