¿Por qué la macroeconomía no importa?

Los análisis macroeconómicos son muy útiles para los bancos centrales y los Gobiernos. En lo que se refiere a la política fiscal y monetaria, los datos macroeconómicos son vitales. Los economistas no son muy buenos haciendo predicciones. Es decir, no te pueden decir la fecha exacta del próximo crash, pero sí son más efectivos aplicando herramientas para solucionar problemas. ¿Hay mucha inflación? Hay una solución para eso. ¿Hay deflación? Hay otra herramienta para eso. ¿Hay desempleo? También hay herramientas para eso. Todo es una gran lectura de datos, herramientas, relectura de datos, nuevas herramientas. 

Ahora bien, los economistas que no trabajan en un banco central o para el Ministerio de economía siempre pueden dedicarse al mundo académico. En el mundo académico, se escriben papeles y más papeles. Todo es sobre obtener datos, realizar hipótesis, refutar antiguas suposiciones y revelar nuevos hallazgos. Los académicos aspiran a que sus hallazgos sean tomados en cuenta por las autoridades en la toma de decisiones. Por lo general, los avances son pocos, graduales y específicos. Los economistas son esencialmente científicos que trabajan como otros científicos. 

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Si uno quiere participar en acalorados debates económicos con planteamientos radicales, lo mejor es ir a la política y a los medios. En la arena pública, se hablaba todo el tiempo de economía, pero de manera muy deficiente. Es decir, casi nadie sabe de lo que habla. ¿Imaginen por un segundo a un astrónomo o a un astronauta en una conferencia de terraplanistas? Bueno, eso es básicamente lo que siente un economista en medio de un debate público sobre economía. 

Por lo general, la gente ignora a los economistas en la discusión sobre economía. Eso es básicamente cómo construir un cohete e ignorar a los físicos. En economía, la brecha entre la opinión de los expertos y la opinión del público es sumamente grande. Es decir, las ideas de los economistas profesionales son radicalmente diferentes a las ideas del ciudadano común. Eso no sucede con los astrofísicos, los médicos, los matemáticos, los ingenieros, o los químicos, por ejemplo. La gran diferencia es que la gente no confía en la experticia de los economistas. En otras palabras, en el imaginario colectivo, cualquiera sabe más que un economista. 

En una encuesta realizada por Stefanie Stantcheva, Abhijit Banerjee, y Esther Duflo, “Me and Everyone Else: Do People Think Like Economics?” MIT, 2019, se nos dice que solo un 25% del público confía en los economistas. Solo los políticos obtuvieron una peor calificación. Los que predicen el clima en las noticias obtuvieron una calificación mucho mejor. Increíble, pero cierto. 

Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo, ganadores del premio Nobel de economía en el 2019, hablan de esto en su libro “Good Economics for Hard Times”. Una de las explicaciones sobre este enorme problema de “confianza” de los economistas es esa brecha antes mencionada entre las opiniones de los expertos y las del público. ¿Los terraplanistas confían en la NASA? 

Resulta evidente que muchas de las posturas económicas que escuchamos en la prensa no provienen de la última teoría económica. De hecho, provienen de las distintas ideologías políticas. Eso explica muchas cosas. ¿Cómo es posible que un joven millennial hable hoy como un libertario de los años 70? ¿Cómo es posible que todavía se citen economistas del siglo pasado cuyas teorías han refutado muchas veces en el campo académico? ¿Y cómo es posible que se plantee la inflación como nuestro principal problema en medio de la peor crisis deflacionaria de nuestra historia reciente? Las pasiones políticas. 

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La política fácilmente se convierte en dogma. Y los dogmas no se actualizan con el tiempo. Por ejemplo, los informáticos de hoy cuentan con distintas herramientas que los informáticos de los 70 no tenían. Muchos campos han avanzado en las últimas décadas. La economía también ha avanzado mucho. Sin embargo, todavía la política domina las posiciones en materia económica. Si eres de derecha, te suscribes al libreto de la derecha. Si eres de izquierda, te suscribes al libreto de la izquierda. Y si eres libertario, te suscribes al libreto libertario. Aquí la última teoría económica no es tomada en cuenta. 

La comunidad Bitcoin está repleta de libertarios. Por esa razón, para un economista escuchar a un bitcoiner es como viajar en el tiempo. Lo que resulta muy curioso. Porque en el espacio cripto, la macroeconomía siempre se utiliza como una razón para comprar Bitcoin. Los libertarios llevan más de 100 años promoviendo la compra del oro como protección contra la mala macroeconomía. Normalmente, se usa la narrativa de la catástrofe. El mundo está al borde del colapso, compra oro. El mundo está al borde del colapso, compra Bitcoin. 

En los estudios realizados por Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo, también se nos dice que al parecer los economistas son mucho más optimistas sobre la economía que el público en general. Es decir, existe una correlación entre el optimismo y el conocimiento económico. 

La historia del Mago de Oz (1900), por ejemplo, se nos presenta una postura pesimista del manejo monetario, promoviendo un retorno al patrón oro después del pánico de 1893. Han pasado 127 años del pánico de 1893 y todavía muchos siguen hablando del colapso del dólar con los mismos argumentos. 

Sin embargo, como inversores, la macroeconomía no importa mucho. De hecho, ponerse a debatir sobre temas económicos no sirve de mucho. Como inversores, lo importante es entender que la economía se mueve en ciclos. Un inversor a largo plazo no se preocupa mucho sobre si la inflación este año será 1.5% o 2.1%. En los próximos 20 años, los datos macroeconómicos serán diferentes cada año. Muchas cosas podrían pasar y la mayoría de ellas son desconocidas. 

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El debate macroeconómico es una pérdida de tiempo. El tiempo de un inversor está mejor invertido en diseñar un portafolio de inversiones diversificado y balanceado. La tarea es comprar buenos activos a buenos precios y mantenerlos por mucho tiempo. En este sentido, mi recomendación para el amigo lector es separar la política de las inversiones. Tu portafolio debe ser diseñado con objetividad. La política del momento, la crítica macroeconómica, y la ideología de moda son malas razones para invertir. 

El oro es un perfecto ejemplo de que el pesimismo no es buen consejero para un inversor. Volvamos a tomar el año 1893 como referencia. ¿100$ en oro vs 100$ en Wall Street en 1893? ¿Qué estrategia resultó más rentable?  En el largo plazo, el optimismo ha demostrado ser la mejor actitud para el inversor (con creces). Por ende, el inversor siempre debe buscar activos infravalorados con gran potencial para invertir, en buenos tiempos y en malos tiempos. Hoy el dólar está arriba, mañana está abajo. Debemos aprender a vivir con los ciclos. Pero el inversor debe seguir en su búsqueda eterna. Comprar Bitcoin, porque alguien dice que el dólar colapsará no es muy inteligente. Hay que comprar Bitcoin, porque está a muy buen precio y tiene un gran futuro. Así de sencillo. Sé un inversor.