Microsoft y Google apuestan por la inteligencia artificial responsable: ¿qué significa y cómo se logra?

La tecnología es como una varita mágica que nos da nuevos poderes. Podemos hacer cosas más fácil, más rápido y mejor que antes. Pero no todo es color de rosa. Cada poder tiene su precio. Algunos cambios son positivos y otros negativos. Por ejemplo, podemos comunicarnos con personas de todo el mundo, pero también podemos perder la privacidad. Podemos acceder a mucha información, pero también podemos caer en la desinformación. Por eso, necesitamos reglas para usar la tecnología con responsabilidad y equilibrio. No queremos ser esclavos de nuestra varita mágica.

La tecnología nos da poderes que antes solo soñábamos. Por ejemplo, un cuchillo nos permite cortar mejor que con las uñas. Una bicicleta nos permite ir más rápido que con las piernas. La escritura nos permite recordar más que con la memoria. El teléfono nos permite hablar más lejos que con la voz. Las armas nos permiten golpear más fuerte que con el puño. Y así… Pero la inteligencia artificial nos permite pensar y comunicar mejor. Nos expande el poder de la mente y el lenguaje. Eso es algo que solo los ángeles y Dios podían hacer. Por eso, esta tecnología es tan poderosa. Y tan peligrosa. No sabemos qué consecuencias tendrá para nosotros y para el mundo. Quizás nos haga más sabios y felices. O quizás nos quite nuestra esencia y libertad. Por eso, debemos usarla con cuidado y criterio. No vaya a ser que nos salga el tiro por la culata.

Si no regulamos la inteligencia artificial y la dejamos al libre mercado, las consecuencias pueden ser desastrosas. No podemos jugar al anarquista con una tecnología tan potente. Es como darle una navaja a un mono y no hacer nada en nombre de la libertad. En este caso, no podemos repetir los mismos errores que con las redes sociales, que las dejamos a la buena de Dios. Y ahora estamos pagando los platos rotos. Ahora queremos regularlas. Pero no es tan fácil una vez que el mal está hecho. Esta vez debemos hacerlo diferente. Debemos establecer normas éticas y legales para proteger nuestros derechos y valores. Debemos exigir transparencia y responsabilidad a los creadores y usuarios de la inteligencia artificial. Debemos educarnos y formarnos para usarla con sentido crítico y beneficio social. No podemos dejar que la tecnología nos controle. Somos nosotros los que debemos controlarla.

La inteligencia artificial es una tecnología que nos fascina y nos asusta a la vez. Por un lado, nos ofrece grandes beneficios y oportunidades. Por otro lado, nos plantea grandes riesgos y desafíos. ¿Cómo podemos aprovecharla sin caer en sus trampas? ¿Cómo podemos garantizar que sea ética y segura? ¿Cómo podemos evitar que se convierta en una amenaza para la humanidad?

Estas son algunas de las preguntas que se debatieron en el evento AI for Good, organizado por Microsoft y Google en Madrid la semana pasada. Los representantes de ambas empresas defendieron el potencial de la inteligencia artificial para mejorar la vida de las personas, pero también reconocieron la necesidad de regularla y controlarla con un “freno de mano humano”.

Según Pilar López, presidenta de Microsoft España, la inteligencia artificial puede ayudar a resolver problemas sociales, ambientales y económicos, como la pobreza, el cambio climático o la educación. Pero también advirtió que hay que tener cuidado con los posibles efectos negativos, como la pérdida de empleos, la discriminación o la manipulación. Por eso, propuso seguir unos principios éticos para diseñar y usar la inteligencia artificial, como la transparencia, la privacidad, la seguridad o la inclusión.

Por su parte, Fuencisla Clemares, directora general de Google España y Portugal, destacó el papel de la inteligencia artificial para impulsar la innovación y la competitividad. Pero también señaló que hay que tener en cuenta los valores humanos y sociales. Por eso, abogó por una colaboración entre los diferentes actores implicados, como los gobiernos, las empresas, las universidades o las organizaciones civiles. Así, se podrían establecer unas normas comunes y unas buenas prácticas para el desarrollo y el uso de la inteligencia artificial.

Ambas directivas coincidieron en que la inteligencia artificial debe estar al servicio de las personas y no al revés. Por eso, insistieron en que hay que dotarla de un “freno de mano humano”, es decir, de un mecanismo que permita intervenir y corregir si algo sale mal. También subrayaron la importancia de educar y formar a los ciudadanos y a los profesionales para que puedan aprovechar las oportunidades y afrontar los retos de esta tecnología.

En definitiva, el evento AI for Good fue una ocasión para reflexionar sobre el presente y el futuro de la inteligencia artificial. Una tecnología que nos abre un mundo de posibilidades, pero que también nos exige un compromiso ético y social. Una tecnología que nos puede hacer más felices, pero que también nos puede hacer más vulnerables. Una tecnología que debemos usar con responsabilidad y criterio.

La inteligencia artificial es una tecnología que promete cambiar el mundo. Pero también tiene sus sombras. Una de ellas es su concentración. Su financiamiento, su desarrollo y su personal están concentrados en unas pocas ciudades y por unas pocas personas. Eso crea una asimetría bastante preocupante. ¿Qué pasa si esos pocos deciden por todos? ¿Qué pasa si esos pocos se equivocan o abusan de su poder?

Otra sombra es la cultura de Silicon Valley. Debido a las presiones, ellos sacan productos y servicios antes de tiempo. Antes de que estén bien probados. Y antes de que estén bien regulados. Luego, dan declaraciones sobre la regulación y la responsabilidad. Pero lo que necesitamos es menos palabras y más acciones. Las palabras son baratas. Los hechos son los que cuentan.

La inteligencia artificial es una maravilla, pero también una amenaza. No podemos dejar que sea un juguete de unos pocos que hacen lo que quieren. Necesitamos que sea una herramienta de todos que hace lo que debemos. Necesitamos que sea más diversa, más democrática y más ética. Que respete nuestros derechos, nuestros valores y nuestro planeta. Que sea para el bien común y no para el beneficio de unos pocos. Porque la inteligencia artificial no es solo una cuestión de tecnología, sino también de humanidad. Y la humanidad somos todos, no solo unos pocos.

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