La inflación global persiste: ¿cuáles son las causas y las consecuencias?

La inflación en los Estados Unidos es la que más preocupa a los inversores, porque puede provocar que la Reserva Federal suba los tipos de interés y frene la expansión monetaria que ha alimentado la fiesta de los mercados financieros. Pero la inflación no es solo cosa de los estadounidenses. Es un fenómeno global, que tiene causas globales (como la pandemia, el cambio climático o las tensiones geopolíticas) y consecuencias globales (como la pérdida de poder adquisitivo, el aumento de la desigualdad o el riesgo de crisis de deuda). Así que no nos engañemos: la inflación nos afecta a todos, aunque no vivamos en el país del Tío Sam.

La inflación es como una pizza: tiene muchos ingredientes. No es solo cuestión de dinero. Eso es lo que pensaba Milton Friedman, el economista que dijo que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Pero resulta que Friedman se quedó corto. La inflación también depende de otros factores, como la oferta y la demanda, las expectativas, los choques externos o las políticas fiscales. Así que no nos dejemos engañar por los dogmas conservadores que solo ven la inflación desde el prisma monetario. La inflación es más compleja y más rica que eso. Es una pizza con queso, tomate, jamón, champiñones, aceitunas y lo que se nos ocurra. 

¿Sabes quién es Friedman? Milton Friedman es un economista que defendía que la inflación dependía solo de la cantidad de dinero que hay en circulación. Según él, si el gobierno imprime más billetes, los precios suben, y si imprime menos, bajan. Así de simple.

Ahora bien, desmontar la frase de Friedman no es tan difícil. La producción y la velocidad del dinero, por ejemplo, son dos variables que Friedman ignoraba en su teoría, porque en los años 60 eran relativamente estables. Pero, en las últimas décadas, eso han cambiado mucho, por ejemplo, por la globalización y la tecnología. Por eso, la inflación no depende solo de la cantidad de dinero, sino de muchos otros factores que afectan a la oferta y la demanda. Solo hacía falta un poco de lógica y sentido común para darse cuenta de que la inflación es un fenómeno más complejo de lo que se pensaba.

Hay cosas que los bancos centrales no pueden controlar, pero que influyen en la inflación. Si la inflación fuera solo un asunto monetario, es decir, que dependiera solo de la cantidad de dinero que hay en circulación, la solución estaría enteramente en manos de los bancos centrales. Bastaría con que subieran o bajaran los tipos de interés para regular la oferta y la demanda de dinero. Pero resulta que la inflación no es solo un asunto monetario sino que depende de muchos otros factores que afectan a la oferta y la demanda de bienes y servicios. Y muchos de esos factores están fuera del control de los bancos centrales.

Por ejemplo, si hay una guerra en Oriente Medio, el precio del petróleo se dispara. Si hay una escasez de microchips, el precio de los ordenadores se encarece. Si hay un problema logístico con los contenedores, el precio del transporte se eleva. Y si hay un aumento de los costos laborales, el precio de la mano de obra se incrementa. Todos estos factores hacen que los precios suban, y los bancos centrales poco pueden hacer al respecto. Por eso, la inflación es un problema complejo y difícil de resolver. Es decir, los bancos centrales no son magos, sino simples mortales.

Todo está más caro. No, no es tu imaginación, ni tampoco es algo temporal. La inflación alrededor del mundo no se quiere ir, y los bancos centrales están preocupados. ¿Por qué?

¿Qué ha causado esta inflación tan persistente? En este momento, hay tres culpables principales: los choques, los salarios y las expectativas.

Los choques son los eventos imprevistos que alteran la oferta y la demanda de bienes y servicios. Por ejemplo, la pandemia de covid-19, que provocó cierres de fábricas, escasez de materias primas, cambios en el consumo y estímulos fiscales. O la invasión de Rusia a Ucrania, que disparó el precio del petróleo y el gas. Estos choques han hecho que los precios suban más de lo esperado.

Los salarios son el costo del trabajo, que influye en el costo de producción y en el poder adquisitivo de los consumidores. Cuando los salarios suben más rápido que la productividad, los empresarios tienden a subir los precios para mantener sus márgenes de beneficio. Y cuando los consumidores tienen más dinero en el bolsillo, tienden a gastar más y a presionar la demanda. Esto crea un círculo vicioso de inflación.

Las expectativas son las creencias que tienen los agentes económicos sobre el futuro de la inflación. Cuando esperan que la inflación sea alta, ajustan sus decisiones en consecuencia. Por ejemplo, los trabajadores piden aumentos salariales, los empresarios suben los precios anticipadamente y los inversores exigen mayores rendimientos. Esto hace que la inflación se autoalimente y se vuelva más difícil de controlar.

¿Qué pueden hacer los bancos centrales para combatir la inflación? Subir los tipos de interés, que es el precio del dinero. Así, desincentivan el crédito, el consumo y la inversión, y reducen la presión sobre la demanda. Pero esto tiene un costo: puede enfriar la economía, aumentar el desempleo y generar inestabilidad financiera. Además, puede provocar una apreciación de la moneda local, lo que afecta a las exportaciones y a la competitividad.

¿Qué tan alto y por cuánto tiempo tendrán que subir los tipos de interés? Eso depende de cómo evolucionen los choques, los salarios y las expectativas. Si estos factores se moderan o se revierten, la inflación podría bajar y los bancos centrales podrían relajar su política monetaria. Pero si persisten o se agravan, la inflación podría seguir alta y los bancos centrales tendrían que endurecer aún más su política monetaria.

En resumen, la inflación alrededor del mundo no se quiere ir porque hay muchos factores que la impulsan. Los bancos centrales están tratando de frenarla con subidas de tipos de interés, pero eso tiene riesgos para la economía. La situación es incierta y compleja, y requiere mucha atención y prudencia.

¿Qué pasará con la economía? Pues depende de los datos. Los bancos centrales miran los datos y actúan según ellos. Si los datos son malos, suben el precio del dinero. Si son buenos, lo bajan. Así de simple. Y de complicado. Porque los datos cambian todo el tiempo. Y nosotros también.

 Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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