Futuro de IA: ¿Idealismo o pragmatismo?

La inteligencia artificial (IA) ha sido protagonista de las últimas noticias. La semana pasada, el mundo de la IA vivió una situación de caos y tensión. La junta directiva de OpenAI destituyó a Sam Altman, el líder de la empresa que creó ChatGPT, el chatbot más famoso del mundo. Microsoft, el principal patrocinador de OpenAI, le brindó su apoyo a Altman. Ese mismo día, casi todos los 770 empleados de OpenAI firmaron una carta exigiendo la restitución de Altman y la salida de los responsables de su despido. Altman recuperó su antiguo puesto. Todo parecía haberse solucionado, ¿pero realmente fue así?

El conflicto en OpenAI abre una nueva etapa para la industria de la IA. Es decir, ganó el dinero. Perdió la utopía. OpenAI recupera a su líder, Sam Altman, que creó el chatbot ChatGPT. Microsoft, que lo apoyó, gana más peso en la startup más puntera de la IA. Las empresas de IA cambian de un enfoque académico a uno comercial. Los usuarios de la tecnología esperan más competencia y más opciones.

Esto es lo que pasó en OpenAI. La junta directiva echó a Altman, el líder de la empresa. No le gustaba cómo hablaba ni cómo hacía las cosas. OpenAI había hecho un gran descubrimiento en la IA, pero algunos miembros de la junta tenían miedo de que fuera peligroso. Una profesora de la Universidad de Georgetown criticó a OpenAI por no cuidar la seguridad de la IA. De hecho, el New York Times dijo que Altman quiso sacarla de la junta. También había dudas sobre otros negocios de Altman, como una empresa de chips para la IA que buscaba dinero en Arabia Saudí.

Ms Toner y otros tres directores echaron a Altman. Otro director, Greg Brockman, renunció para apoyarlo. Los dos se fueron a Microsoft, que les ofreció un nuevo laboratorio de IA. Microsoft también quiso contratar al equipo de OpenAI. No se sabe si era un plan serio. Pero ayudó a Altman a volver a OpenAI. El jefe de Microsoft, Satya Nadella, dijo que “Sam trabaja con nosotros, esté donde esté”.

Altman y los que lo echaron llegaron a un acuerdo que cambia OpenAI. La junta directiva se renueva. Se van Ms Toner, Mr Sutskever y Tasha McCauley, que querían sacar a Mr Altman. Mr Brockman y Mr Altman tampoco siguen. Solo queda Adam D’Angelo, el creador de Quora. Se suman Bret Taylor, ex jefe de Salesforce, y Larry Summers, ex ministro de Clinton. The Verge dice que la junta tendrá nueve miembros. Microsoft y Altman podrían volver.

OpenAI cambia de rumbo con nuevos directores. Mr Taylor y Mr Summers son expertos en negocios. No se sabe qué piensan de la seguridad de la IA. Quizás apoyen más a Altman, que quiere hacer crecer OpenAI. Microsoft sale ganando de la crisis de OpenAI. Ya era socio de la startup, a la que daba recursos y dinero.

En 2019, invirtió mil millones de dólares en OpenAI, a cambio de tener prioridad en sus productos. Ahora, tras ayudar a Altman, puede tener más poder sobre OpenAI. También puede contar con la lealtad de Altman y Brockman, que podrían trabajar más con Microsoft en proyectos de IA. Y puede atraer al talento de OpenAI, que podría preferir una empresa más grande y estable.

Lo que pasó en OpenAI cambia la industria de la IA. Antes, las startups de IA querían crear una IA general, que pudiera hacer lo mismo que un humano, y compartirla con todos. Ese era el plan de OpenAI, que nació en 2015 como una organización sin fines de lucro para “hacer que la IA sea buena para todos”. Pero en 2019, OpenAI se dividió en dos partes, una con fines de lucro y otra sin fines de lucro, para conseguir más dinero y competir con las grandes empresas de tecnología. El cambio también mostró que la IA general era un sueño muy lejano, y que lo que valía era crear productos de IA que sirvieran y dieran dinero.

Esa es la tendencia que se está imponiendo en el sector de la IA. Cada vez más, las startups de IA se centran en resolver problemas específicos para clientes concretos, en lugar de perseguir objetivos grandiosos y abstractos. Algunas de las empresas más exitosas de la IA, como UiPath, que se dedica a la automatización de procesos, o Scale AI, que ofrece servicios de etiquetado de datos, se han hecho un hueco en el mercado ofreciendo soluciones prácticas y personalizadas. Otras, como DeepMind, que sigue aspirando a la IA general, se han visto obligadas a depender de los recursos y el apoyo de las grandes empresas de tecnología, en su caso de Google.

Esto no significa que la IA haya perdido su magia o su potencial. Al contrario, significa que la IA se está volviendo más madura y más diversa. Ya no se trata de una carrera por crear el chatbot más inteligente o el modelo más grande, sino de una búsqueda de aplicaciones que resuelvan problemas reales y creen valor. Esto puede ser bueno para los usuarios de la IA, que tendrán más opciones y más calidad. Y puede ser bueno para la sociedad, que se beneficiará de los avances de la IA en campos como la medicina, la educación o el medio ambiente.

¿Te has fijado en cómo hablan algunos fundadores de proyectos de criptomonedas o de Silicon Valley? Parece que no les importa el dinero, sino que tienen una misión noble y grandiosa: salvar a la humanidad, cambiar el mundo, crear el futuro. Usan palabras bonitas y abstractas, como descentralización, democratización, innovación, revolución, disrupción. Te hacen sentir que estás participando en algo histórico y trascendental, que eres parte de una comunidad especial y visionaria.

Pero, ¿qué pasa cuando esos proyectos crecen y se hacen famosos? A veces, se descubre que detrás de esas palabras había otras intenciones menos nobles: ganar dinero, mucho dinero, a costa de lo que sea. Engañar a los inversores, manipular el mercado, evadir impuestos, violar la privacidad, abusar del poder. Entonces, muchos se decepcionan y se sienten traicionados. Se dan cuenta de que todo era una fachada, una estrategia de marketing, una mentira.

¿Cuál es el problema de hacer las cosas por dinero? Ninguno, si se hace con honestidad y responsabilidad. El problema es cuando se usa el dinero como excusa para hacer cosas malas, o cuando se usa el idealismo como máscara para ocultar la codicia. Eso es lo que hay que evitar, y para eso hay que estar atentos y críticos. No creerse todo lo que dicen los que prometen el cielo, sino mirar lo que hacen en la tierra.

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