El paquete de estímulos de Joe Biden: ¿Buenos, malos o feos?

Con el juicio político de Trump concluido, ya podemos voltear la página y mirar hacia otro lado. Ahora volvemos al tema económico. El debate ahora gira en torno a un paquete fiscal de 1.8 billones de dólares. El dinero se utilizará en la compra y distribución de vacunas, gasto público e inversión. La intención es aumentar la demanda, subir el empleo y estimular el crecimiento. Con un Wall Street en calor, el éxito de las vacunas, y los intereses por el suelo, existe el peligro de sobrecalentar la economía con tanta liquidez. De hecho, podríamos tener inflación. Lo que obligaría a la Reserva Federal a retirar dinero del sistema causando una recesión en el proceso. ¿Es este paquete demasiado? ¿Demasiado poco o demasiado grande?    

Los economistas normalmente apoyan a los demócratas. Irónicamente, la preocupación en torno a Biden no es que haga demasiado, sino que haga demasiado poco. Ahora, con las dos cámaras bajo el control de los demócratas, la aprobación expedita de un generoso paquete de estímulos fiscales es mucho más probable sin el freno republicano. Los libertarios y los republicanos siempre promueven la austeridad monetaria más por razones políticas que económicas. Es decir, es un asunto esencialmente doctrinario. Pese al uso de argumentos económicos rebuscados para justificar la doctrina, la verdad es que se trata principalmente de doctrina. 

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Más que doctrina es dogma. El dogma va así: “La inflación siempre es un fenómeno monetario”. Lo que quiere decir que toda impresión de dinero diluye el poder adquisitivo de los ciudadanos. Con frecuencia, se subestiman las consecuencias perjudiciales de la deflación. Pero la deflación es fatal para la economía. Y, para contrarrestar la deflación, hay que inyectar liquidez. De lo contrario, tenemos un decrecimiento económico. No es keynesianismo vs la escuela austriaca. En realidad, es pragmatismo vs dogma. 

Si las acciones de Tesla subieron, eso no es inflación. Si los bienes raíces en Nueva York están por las nubes, eso no es inflación. En términos generales, cualquier aumento de precio no es necesariamente inflación. Cuando se habla de inflación, se hace referencia al costo de vida. Técnicamente hablando, se refiere a los costos del consumidor, que se miden de un modo muy específico. Es un promedio que incluye varios rubros. Comida, alquileres, etc. 

Pese a las inyecciones históricas de liquidez durante el 2020, la inflación no subió significativamente. Este hecho demuestra claramente que la inflación no siempre es un fenómeno monetario. La presión deflacionaria viene de varios frentes. La globalización tiende a bajar los precios. La tecnología ayuda a bajar los precios. El desempleo suele crear deflación. Así como los bajos salarios. La compra de divisas por parte de extranjeros fortalece la moneda. El ahorro y una caída de la confianza afectan el equilibrio monetario. Pero la pieza clave durante esta crisis del coronavirus ha sido la reducción de la demanda producto de las restricciones. 

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La caída de la demanda baja los precios. La baja de los precios reduce los ingresos. La reducción de los ingresos crea desempleo.  Y así tenemos una crisis. ¿Cuál es la solución? Subir la demanda con liquidez. Lo mejor es invertir en la economía. Ahora bien, si debido a los dogmas, se impide la inversión o el gasto público por parte del Gobierno, el banco central se ve en la obligación de actuar para mantener el equilibrio monetario mediante la baja de las tasas de interés y la compra de instrumentos financieros. En la ausencia de una política fiscal, la política monetaria invade la economía creando una aceleración económica de arriba hacia abajo. Lo que se ha llamado una recuperación en forma de K. En otras palabras, se crea un boom financiero en la cima, y una recuperación más lenta en el suelo. 

Lo que se busca con un paquete fiscal es una recuperación menos desigual. El paquete es necesario. Pero lo difícil es precisar el monto adecuado. Muy poco no hace nada, y significaría un desgaste político para Biden en vano. Pero mucho podría ser perjudicial. Por el momento, el monto de 1.8 billones parece adecuado. Pero la cosa se podría poner fea. Las vacunas están funcionando. Lo que implica que estamos cada vez más cerca de volver a la normalidad. Eso significa un eventual aumento de la demanda. El incremento del sueldo mínimo y la tasa de empleo podrían coincidir con esta subida de la demanda. Y si la guerra comercial se intensifica, y las big tech entran en una batalla legal, podríamos tener un aumento generalizado de los precios. Lo que significaría una inflación generada por sobrecalentamiento. 

¿Qué pasaría en este caso? Si la economía se sobrecalienta debido a una tormenta perfecta, la Reserva Federal tendrá que subir las tasas y vender instrumentos para retirar liquidez del sistema.  Eso traería un gran crash financiero. Ese escenario no es una certeza. Pero sí una posibilidad. Lo mejor sería una recuperación por pasos. Y afortunadamente todo parece indicar que la recuperación será paulatina. Sin embargo, hay un riesgo. Tenemos el riesgo de un sobrecalentamiento en caso de que muchas cosas ocurran a la vez. 

La gran mayoría de las personas quiere un paquete de estímulos. Los expertos coinciden que es necesario. En la actualidad, la inflación no es el problema. Y la deflación es una amenaza constante. Obvio que la liquidez es necesaria. Sin embargo, hay un grupo que todavía insiste en promover la austeridad (escasez monetaria). ¿Por qué? Tiene que ver con el poder del Estado en la economía. Se prefiere tener un cuadro deflacionario que una intervención estatal. Eso es todo. Es política. La libertad individual vs el poder estatal. 

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Ahora bien, si dejamos a un lado el tema político y vemos el asunto desde un punto de vista mucho más práctico, como inversores, las inyecciones de liquidez por parte del Gobierno nos indican que es muy buen momento para invertir en activos. Más allá del debate filosófico sobre el papel opresor del Estado sobre el individuo libre y responsable, este tema hay que abordarlo por el lado financiero.  ¿Qué hacer? Podemos llorar o podemos invertir en activos. 

Lo más sensato es estudiar el sistema para diseñar una estrategia de inversión adecuada. El activismo político está bien. Pero no todos somos activistas políticos. También es válido ser pragmático. La inflación está bajo control. La recuperación está en camino. Y el paquete de Biden estimulará el crecimiento económico. En este momento, lo mejor es invertir en activos. Así de sencillo.