Bitcoin: ¿Cómo se podría regular un mercado fragmentado?

Como bien sabemos, el dinero tradicional está sujeto a la regulación de los gobiernos y las entidades financieras. Pero, para muchos, hay una alternativa: Bitcoin, un activo digital que no depende de ninguna autoridad central y que funciona mediante una red de computadores distribuida por todo el mundo.

Bitcoin es un mercado global y descentralizado, lo que lo hace muy diferente de los mercados financieros tradicionales. Esta fragmentación plantea desafíos para su regulación, ya que dificulta la supervisión de las actividades que se llevan a cabo en el mercado.

Uno de los principales desafíos es la falta de cooperación entre los reguladores de diferentes países. Cada país tiene sus propias leyes y regulaciones, lo que puede dificultar la persecución de actividades ilegales que se lleven a cabo en el mercado bitcoin.

Por ejemplo, si alguien usa BTC para comprar drogas en la dark web, ¿qué país tiene jurisdicción para investigar el caso? ¿El país de origen del comprador, el del vendedor, el de los intermediarios, o el de los nodos de la red que validan la transacción? ¿Y cómo se puede rastrear el origen y el destino de los fondos si los usuarios usan seudónimos y carteras virtuales?

Otro desafío es la dificultad de identificar a los participantes en el mercado. El anonimato es uno de los principales atractivos de Bitcoin, lo que hace que sea difícil para los reguladores identificar a las personas que realizan transacciones en el mercado.

Por ejemplo, si alguien usa bitcoin para evadir impuestos, ¿cómo se puede saber quién es el dueño de los bitcoins? ¿Y cómo se puede determinar el valor de los BTC a efectos fiscales si su precio fluctúa constantemente en función de la oferta y la demanda?

A pesar de estos desafíos, existen propuestas para regular el mercado bitcoin a pesar de su fragmentación. Una propuesta es la creación de un marco regulatorio global que sea aceptado por todos los países. Este marco podría establecer normas comunes para prevenir el lavado de dinero, el financiamiento del terrorismo, la evasión fiscal y otras actividades ilícitas que se puedan realizar con bitcoin.

Otra propuesta es el desarrollo de herramientas tecnológicas que permitan a los reguladores identificar a los participantes en el mercado. Estas herramientas podrían basarse en el análisis de la cadena de bloques, el registro público y transparente de todas las transacciones de bitcoin, o en el uso de certificados digitales que verifiquen la identidad de los usuarios.

Cierto. La regulación del mercado bitcoin es un tema complejo y desafiante. La fragmentación del mercado plantea obstáculos para su regulación, a pesar de que existen propuestas que podrían ayudar a superar estos obstáculos.

Ahora bien, ¿por qué regular? Bueno, porque para que un colectivo funcione de la manera más eficiente y justa posible necesitamos reglas que busquen el bien común y el particular. Sin reglas, sin ese elemento cohesionador, sin un acuerdo de cooperación, la sociedad no podría funcionar. ¿Te imaginas un partido de fútbol sin reglas? Sería un caos, con jugadores haciendo lo que les da la gana, sin respetar al rival ni al árbitro, sin saber cuándo empieza o termina el juego, sin contar los goles. No habría diversión ni competencia, solo violencia y confusión.

Pero, ¿qué pasa cuando los participantes no confían o reconocen a los reguladores? Ellos se pueden llegar a sentir que las reglas son opresivas y fueron creadas para perjudicarlos. ¿Qué ocurre si eres libertario o anarquista y crees que los gobiernos son tiránicos y nocivos? ¿Ser regulado por el “enemigo”?

Pues entonces tendrías que buscar otras formas de organizarte con tus iguales, basadas en el consenso, la autogestión y la solidaridad. Pero eso también implica seguir unas normas, aunque sean más flexibles y participativas. Al final, la regulación es inevitable, lo que cambia es el modo y el fin de la misma. Lo importante es que sea justa, transparente y democrática.

Resulta que, como ciudadano de un país, estoy obligado a cumplirlas. No puedo decir: “No me gusta esta ley, así que no la voy a seguir”. Eso sería como decir: “No me gusta este semáforo, así que voy a pasar en rojo”. Y ya sabes lo que pasa si haces eso: te multan, te quitan puntos, o te chocas con otro automóvil.

Las leyes no son opcionales. Son las normas que nos permiten vivir en sociedad y disfrutar de sus beneficios. Si todos hiciéramos lo que nos da la gana, sería un caos. Imagínate que cada uno pagara los impuestos que quisiera. 

El gobierno tiene el poder de usar la violencia contra nosotros para imponer la ley. Nos guste o no, es la forma de garantizar el orden y la justicia bajo el sistema actual. Claro que hay formas de cambiar las leyes que no nos gustan, pero eso requiere participar en la democracia, dialogar con los demás, y respetar la voluntad de la mayoría. Y eso es mucho más difícil que saltarse la ley.

En un mundo regulado, cada país tendría sus propias reglas para regular estas criptomonedas. Entonces, ¿quieres una oficina en Nueva York y captar clientes institucionales? Bueno, debes cumplir con las normas del lugar. ¿Quieres obtener crédito en un banco o beneficios fiscales del gobierno? Pues debes cumplir con las exigencias de los reguladores.

¿Qué pasa con las personas que no quieren seguir las normas y prefieren evadirlas escondiéndose detrás de la tecnología y la fragmentación? Pues, muchos de ellos seguramente se saldrán con la suya, pero muchos otros no. Entonces, tendremos dos mundos (el sector regulado y el sector informal o clandestino). Pero ese dinamismo existe en prácticamente todo. Claro que es muy difícil para las autoridades hacer cumplir la ley en el mercado informal, fragmentado y clandestino. Sin embargo, ese camino es muy limitado. Porque te impide disfrutar de los beneficios que te ofrece el sector regulado. 

¿Qué pasa con el mundo de hoy? Parece que nadie respeta las leyes ni el deber. Todos quieren hacer lo que se les da la gana. Se ha perdido la fe en el otro. Se nos olvida que el capitalismo se fundó sobre unos pilares morales muy fuertes. Las personas seguían las normas y cumplían con sus deberes, con gobierno o sin gobierno. Ahora, parece que el único gobierno que importa es el de uno mismo. ¿Será que estamos viviendo en una anarquía? ¿O será que nos hemos vuelto unos egoístas que solo pensamos en nuestro beneficio?

Amigo lector, la regulación es inevitable. No será opcional. Este mercado para prosperar necesita unas reglas de juego claras. 

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