¿Qué está pasando con las Big Tech?

Los mercados financieros nunca son un reflejo perfecto de la economía. Porque lo que normalmente llamamos “economía” son reportes de una etapa pasada. Y los mercados financieros se basan en las expectativas de un futuro posible. Entonces, la descalibración entre estos dos mundos es el pan nuestro de todos los días. Las grandes tecnológicas (“las Big Tech”) son las empresas líderes del S&P 500. Y su corelación con Bitcoin y las demás ya nadie la puede negar. Entender los vaivenes de las tecnológicas nos ayudan a entender un poco mejor los vaivenes del mercado cripto.

Durante el confinamiento del 2020 (por el Covid-19), la economía experimentó una crisis deflacionaria debido a una caída abrupta de la demanda. Con todos encerrados en nuestras casas, el gasto (fuera de casa) obviamente mermó considerablemente. Y ese patrón de consumo atípico afectó especialmente al sector servicios. Lo que es muy relevante, porque el sector servicios es la principal fuente de empleo en la mayoría de los países desarrollados. Entonces, ante una situación tan excepcional, los bancos centrales se vieron en la obligación de inyectar liquidez en la economía reduciendo los costos del crédito y comprando instrumentos financieros (públicos y privados). Además, los gobiernos incrementaron su gasto fiscal en la forma de asistencia directa y otros programas. Esto se hizo como una medida necesaria para contrarrestar el impacto del confinamiento en la economía.

¿Qué fue lo que pasó? En efecto, la medicina funcionó. Se hizo lo que se tenía que hacer en su momento. Sin embargo, la medicina también tuvo efectos secundarios. Durante esa etapa, con esa gran lluvia de papel dinero, los grandes beneficiados fueron los mercados financieros: Los multimillonarios, las tecnológicas, las instituciones, los capitalistas de riesgo, las oficinas familiares,  los criptoentusiastas, los robinhood traders e inversores (grandes y pequeños).

El consumo se enfocó en los bienes de consumo, servicios digitales y comercio digital. En términos generales, el gasto se dirigió a lo digital. Y el mundo se digitalizó. Este boom fue capitalizado en primer término por tecnológicas, start-ups y cripto. Mientras que las aerolíneas, los hoteles, los restaurantes, el turismo y los servicios estaban en su peor momento, lo digital asumió el protagonismo.

Por otro lado, la Reserva Federal de los Estados Unidos asumió el dominio del mercado de capitales. Y este dominio se ejerció de dos maneras. En primer lugar, se bajaron las tasas de interés. O sea, el crédito se hizo más accesible. Entonces, el financiamiento se volvió más fácil y barato. En segundo lugar, las compras de la Reserva estimularon los buybacks. Las grandes corporaciones tomaron el dinero por la venta de bonos para comprar sus propias acciones. Y, en consecuencia, se formó un boom especulativo.

Por muchos meses, esa luna de miel se sostuvo gracias a las “promesas” de la Reserva. ¿Cuáles “promesas”? Bueno, se dijo en muchas oportunidades que la política monetaria de la Reserva Federal no cambiaría por un buen tiempo.  Y la inflación registrada y anticipada sería “transitoria”. Lo que para la época no era la idea más descabellada del mundo. Porque las cadenas de producción y distribución en el pasado han tendido a recuperarse con relativa rapidez. Entonces, se podría decir que el boom especulativo (2020-2021) se basó en unas expectativas que terminaron en decepción. Descubrimos por las malas que las cadenas de producción y distribución a nivel global no eran tan fuertes como pensábamos. El sistema globalizado era un vidrio. Y la pandemia funciona como un bate. Por ende, lo “transitorio” resultó ser no tan transitorio. Y la Reserva Federal se vio en la obligación (para la sorpresa de los mercados) de cambiar su política monetaria antes de lo anticipado.

Para colmo de complicaciones, el fin de la pandemia modificó bastante el patrón de consumo establecido durante la pandemia. En muchos sentidos, el consumidor baja su gasto en bienes de consumo y aumentó sus pagos en el sector servicio. Y la gente regresó a las calles. Lo que le quitó mucha fuerza a todo lo digital. En consecuencia, los ingresos de las tecnológicas han caído significativamente. Y, con la caída de ingresos, ha sido necesario tomar medidas para reducir los gastos. De hecho, algunas empresas han recurrido a los despidos masivos.

Claro que no todas las tecnologías están en el mismo barco. Algunas están mejores que otras. De hecho, podríamos decir que en este caso la gobernanza se ha convertido en un indicador bastante revelador en lo que se refiere al estatus de cada tecnológica durante esta coyuntura. Si utilizamos un espectro comparativo con “democracia relativa” en un extremo y “autocracia” en otro extremo, se podría formar una secuencia. Apple en el extremo más “democrático”. Luego, Microsoft. Google en un punto más intermedio. Después, Amazon. Y, por último, Meta en el otro extremo como la tecnológica más autocrática. ¿Casualidad? 

Bitcoin es un pariente muy cercano a las tecnológicas en muchos sentidos. Obviamente, Bitcoin no es una compañía. Bitcoin no es un activo productivo. Es un activo especulativo. Bitcoin es un código usado como tasa de cambio. Y muchos invierten en ese código esperando que su precio suba en el futuro. Pero se ha creado una correlatividad, porque el sector cripto y el sector crecimiento/tecnológico prosperan bajo condiciones muy similares. Ambos activos se benefician de una política monetaria flexible. Ambos activos se benefician de una elevada tolerancia al riesgo. Y ambos se benefician del proceso de digitalización de la sociedad.

También se podría decir que hay una afinidad demográfica. Cripto y Silicon Valley coinciden mucho en su visión californiana del mundo tan popular entre millenials (libertarismo, tecnofilia y contracultura). Entonces, hay mucha superposición entre los dos grupos.

Problemas en Big Tech. Problemas en cripto. Ahora bien, las valoraciones en los mercados normalmente se hacen mediante expectativas. En el mundo financiero, lo “barato” o “caro” de un activo no es cuestión de precios bajos solamente. Para comprar, hace falta mucho más que precios bajos. Lo más importante aquí no es una caída del precio. Lo más importante es la anticipación de una subida de la demanda. El pasado es pasado. Entonces, todo pronóstico debe colocar su mirada en el futuro. En especial, en la futura demanda. ¿De dónde vendrán los compradores?

La demanda se forma de una combinación de factores: Sentimiento, productividad, macroeconomía, tendencias, liquidez, demografía, etc. O sea, no es un asunto de dibujar líneas en una gráfica y ya. Las gráficas son el pasado. Y las glorias pasadas del histórico no son palabra sagrada. El pasado no es destino. Recordaremos las condiciones durante el 2016-2017. Recordemos las condiciones durante el 2020-2021. ¿Qué aprendimos de esas temporadas? 

Ahora, ¿cuáles son las expectativas para 2023? El cripto inversor puede leer los últimos reportes trimestrales de las tecnologías para formar sus propias expectativas. De esta forma, puede diseñar una estrategia hoy. Aquí les dejó esa idea.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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