¿Por qué el FMI alerta sobre las criptomonedas?

El Fondo Monetario Internacional recomienda medidas regulatorias para la estabilidad de las criptomonedas. La intención es prevenir los riesgos asociados a esos activos. La inestabilidad es la principal preocupación del organismo. Pero también hay otros aspectos como la gobernabilidad, el anonimato, la seguridad y el fraude. El rápido crecimiento de las criptomonedas representa un gran desafío para los reguladores. De pronto, es demasiado tarde para una prohibición. Sin embargo, la regulación todavía es posible. ¿Qué tipo de regulación necesitamos? 

El tema de las criptomonedas se cubre en un capítulo del Global Financial Report (2021), publicado por la institución. ¿Necesitamos una regulación? Los libertarios dentro de la comunidad dirían que una regulación no es necesaria defendiendo una postura de libre mercado. Sin embargo, muchos dirían que la carencia total de regulación es tan nociva como el exceso de regulación. Lo que se necesita es una regulación adecuada.

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Por alguna extraña razón, en el mundo de hoy se piensa que encontramos más democracia en un grupo de entes privados que en un organismo multilateral. Asumo que es un asunto de falta de confianza. El dólar, por ejemplo, es una moneda emitida por la Reserva Federal de los Estados Unidos. Este es un organismo supervisado por entes públicos. Si bien es cierto que la institución goza de mucha autonomía, esa autonomía no es ilimitada. La ley rige los poderes de la Reserva. De hecho, se podría decir que el dólar es un patrimonio de los Estados Unidos. O sea, dinero es de administración pública. 

Cuando se dice que la Reserva Federal imprime dinero, lo hace en nombre de la sociedad estadounidense. O sea, por el pueblo y para el pueblo. El Congreso de los Estados Unidos, representante del pueblo estadounidense, supervisa los trabajos del Reserva. Ahora bien, ¿Quién emite las criptomonedas? ¿Quién tiene la supervisión de Bitcoin? Se podría decir que Bitcoin es una moneda privada, porque es emitida por un conjunto de entes privados. ¿Cuáles entes privados?  Los nodos y los mineros. Pero en el fondo no lo sabemos. ¿Quienes son esos nodos y esos mineros? ¿Cuáles son sus nombres? ¿Dónde está la comunidad Bitcoin? 

Claro que es posible decir que Bitcoin es gestionado por su comunidad. De hecho, se podría decir que más que “privada” es una moneda “ciudadana”. Obviamente, existe un elemento descentralizado. Pero la diferencia entre lo privado y lo ciudadano es muy sutil. Lo cierto es que el público no tiene el control. ¿Quién rinde cuentas? ¿Quién tiene el control de Bitcoin? ¿Nadie? ¿El libre mercado? ¿La mano invisible? ¿O un pequeño grupo de criptomillonarios? 

La idolatría de lo descentralizado se vincula a la idolatría del libre mercado. Por alguna razón, se asume que lo descentralizado siempre es más noble y puro. Y, por alguna bizarra razón, asumimos que el código es perfectamente neutral. ¿Acaso no hay fallas de seguridad? ¿Acoso no hay fraude? ¿Acaso no hay lavado de dinero o financiamiento al terrorismo? ¿Acaso no hay manipulación? 

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Bien sabemos que la “descentralización” no es la utopía que se nos presenta. En este espacio, nos guste o no, hay muchísima centralización. Esa es la verdad. La minería está bastante centralizada. Y los exchanges manejan todo de un modo muy centralizado. En otras palabras, son unos pocos actores los que realmente controlan todo. Sin embargo, el capital sigue entrando en grandes cantidades. El mercado se hace cada vez más grande y la falta de regulación ya se está convirtiendo en un problema. El dogma libertario ya no es suficiente. Porque el usuario, tarde o temprano, pedirá protección. 

He aquí una idea. La regulación es positiva para las criptomonedas. Me refiero a que los mercados reaccionarán positivamente ante una mayor claridad regulatoria. Eso implica que el mercado de las criptomonedas sería un mercado mucho más “confiable” con una regulación más clara. Lo que tenemos ahora es una informalidad bastante inmadura, disfrazada de “paraíso libertario”. Sin lugar a dudas, la regulación es inevitable. La presión será cada vez mayor. Y la opinión más inteligente es colaborar con propuestas. 

El reporte del FMI, francamente, es bastante sensato. No podría decir que se trata de una campaña orquestada para desprestigiar las criptomonedas en el contexto de una gran conspiración del dinero fiat contra el ecosistema cripto. Claro que se trata tan solo de un reporte. Tiene algo de peso. Pero no tiene mucho peso. La claridad regulatoria que necesitamos debe venir de entes como la SEC o el Congreso (EEUU). Las alertas del FMI son importantes, pero únicamente nos están diciendo algo que ya sabemos. 

Ahora bien, los que piensan que la regulación no es importante deben estudiar un poco más el efecto de algunas noticias en el precio. Las declaraciones de Jerome Powell, director de la Reserva Federal, sobre no tener intenciones de prohibir las criptomonedas causaron una gran reacción. El mercado interpretó eso con un apoyo tácito. Después de los reveses en China, los comentarios de Powell cayeron como una fresca brisa de verano. 

He ahí el detalle. La regulación no siempre es una condena. La regulación también puede ser un reconocimiento. Cuando se habla de claridad regulatoria, obviamente no estamos insinuando un incremento en cuanto a las limitaciones. En realidad, estamos hablando de un marco regulatorio que fortalezca el sistema. Unas normas que den “confianza”. Lo que, en consecuencia, permitirá la entrada de más capitales. 

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Un mercado pequeño se puede dar el lujo de mantenerse por algún tiempo en el área gris de la regulación. Los mercados más grandes, sin embargo, deben seguir las reglas para poder jugar en las grandes ligas. Es la consecuencia del tamaño. Un mercado tan volátil puede causar fuertes distorsiones en la economía mundial en la medida que se haga más grande. Es algo lógico e inevitable que los estudios de los organismos internacionales nos adviertan sobre esto. 

Ahora tenemos a un inversor mucho más maduro que antes. Eso significa que serán los mismos inversores los que exigirán un mercado mucho más maduro. Cuando hablamos de capital institucional, normalmente hablamos de un inversor que cumple con todas las normas y lo menos que quiere es verse en problemas con los reguladores. Este usuario quiere una mayor claridad regulatoria para poder seguir invirtiendo. Por ende, los avances en este terreno serán avances del precio.