Nuestros próximos mejores amigos: Los bancos

Bitcoin como movimiento contracultural es esencialmente un antagonista de los bancos. El espíritu libertario de la comunidad Bitcoin primitiva defiende la abolición del dinero fiat, los bancos, y el sistema económico tradicional. Al parecer, el enemigo son los intermediarios. Las grandes organizaciones deben ser sustituidas mediante las nuevas tecnologías; y la supremacía del individuo independiente debe imponerse en una especie de utopía libertaria. Sin embargo, ese es el sueño. La teoría. 

Las cosas han evolucionado de manera algo distinta, porque el activo, creado para poder prescindir de los intermediarios, está en alza irónicamente por una invasión de “intermediarios”. Fondos, bancos, y firmas Big Tech están invirtiendo en Bitcoin. La liquidez aportada por los bancos centrales está permitiendo el aumento del precio. Las grandes firmas de Wall Street están mostrando un gran interés. Y el sistema mismo está adoptando al activo “rebelde”. Más de un ortodoxo debe estar con las manos en la cabeza en este preciso momento debido a la contradicción. El enemigo ahora es familia. Y uno se pregunta: ¿Qué pasó con la revolución? 

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Ya está resultando evidente que la narrativa oficial tendrá que cambiar para ajustarse a nuestra nueva realidad. Obviamente que el nuevo inversor no comulga con la narrativa “cypherpunk”. Al menos no al pie de la letra. Dudo mucho que PayPal, Mastercard, Tesla, BNY Mellon y el BBVA estén incursionado en Bitcoin para promover la utopía libertaria. Lo más seguro es que se trate de Bitcoin como inversión. Es decir, el activo nuevo, exótico y especulativo que ofrece grandes retornos en el contexto del boom financiero actual. En otras palabras, estos actores están comprando Bitcoin, pero no están adoptando el componente político de su narrativa tradicional. Es un asunto meramente financiero. 

En este contexto, Bitcoin es una especie de Picasso. Interesante, volátil, ambiguo (regulación) y rentable. Pero más que una postura política o estética, es una oportunidad financiera. En este momento, este gran viraje puede ser cualquiera cosa. Puede ser cinismo, oportunismo o codicia. Pero también puede ser sensatez, pragmatismo o inteligencia. Al quitar el elemento ideología de la compra, se pierde mucho de la magia. Sin embargo, también se pierde mucho del sesgo y la superstición. Se gana una dosis de realidad. 

Claro que el mundo se ha vuelto loco. El mundo de hoy está fragmentado, dividido y atomizado. O sea, ya no hay sentido del todo. Lo que naturalmente crea una gran ansiedad existencial. He ahí el verdadero origen de la paranoia actual. La falta de pertenencia con frecuencia se transforma en resentimiento, miedo y rabia. Por esta razón, ahora todo es una teoría de conspiración. Todo es blanco o negro. Enemigos y amigos. Buenos y malos. El pueblo y las elites. Los poderosos y los oprimidos. Las víctimas y los victimarios. Los inocentes y los culpables. La complejidad del mundo actual nos obliga a refugiarnos en pequeñas tribus con narrativas de fácil compresión. Dividir el mundo entre malos y buenos no es del todo preciso y es terriblemente simplista. Sin embargo, es fácil de entender. Es decir, es una solución sencilla para poder entender a un mundo cada vez más complejo e incomprensible. 

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La narrativa bitcoin de la utopía liberatoria es ridículamente sencilla. En resumen: El dinero debe ser escaso. Y el Gobierno debe mantenerse al margen de los asuntos económicos. Simple. Todo lo demás es un engaño. La banca privada, los bancos centrales, y los Gobiernos sobran en el ámbito económico. El dinero fiat es un fraude. Y la impresión de dinero es un crimen. El individuo soberano es la unidad económica ideal. Los entes colectivos (centralizados) son opresivos por naturaleza. Bitcoin es genial, porque es descentralizado, digital, seguro, pseudo anónimo y de suministro limitado. Comprar Bitcoin es un voto por la utopía libertaria y una condena al sistema tradicional. Sencillo. 

El mundo, sin embargo, es mucho más complejo. El universo es esencialmente paradójico. Las contradicciones y dilemas están por todas partes. Nada es completo. Todo es imperfecto. Pocas cosas son blanco o negro. La mayoría de las cosas se encuentran en el espectro de lo gris. La verdad es que no muchas personas quieren la utopía libertaria. Nos guste o no, las personas con ese tipo de aspiración son una pequeña minoría. En tiempos de crisis, la gente pide a gritos la intervención del Gobierno. Y, pese a lo que se dice en las redes sociales, bien sabemos que las instituciones como el Gobierno de Estados Unidos, y la Reserva Federal son de la confianza de la gente. El dólar es la moneda reserva del mundo. Y el mercado financiero estadounidense sigue siendo el más sólido del planeta. Duélale que quien le duela. 

Por muy cínico que suene, la rebeldía también es un negocio en el capitalismo actual. Me refiero al joven rebelde que critica al sistema desde su iPhone y vistiendo una camisa con la imagen de Che Guevara fabricada en una maquila china. Nos guste o no, los bancos y los grandes capitales han estado en esta industria desde el principio. ¿Cómo obtuvieron el capital semilla las principales criptoempresas de este ecosistema? La supuesta rebeldía Bitcoin siempre ha sido una ilusión. 

Bitcoin es un activo especulativo que aumenta de precio con la ayuda del sistema mismo. Los grandes capitales son la causa número uno de sus alzas. Las instituciones y el público en general están comprando Bitcoin por razones financieras. Están usando Bitcoin por conveniencia. No tienen Bitcoin por el hecho de tener Bitcoin. Tienen Bitcoin con la aspiración de su futura apreciación. Lo que se pretende es el mejoramiento de los portafolios. De esta manera, obtener más capital. ¿Para qué? Bueno, para la vejez, para invertir, para gastar, para consumir, para pagar las cuentas, para darse lujos, para solventar necesidades. 

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Bitcoin, por encima de todo, es una alcancía. Es como un coleccionable que aumenta de valor debido al creciente interés. Siempre me ha parecido sumamente absurda la frase: “Un Bitcoin sigue siendo un Bitcoin”.  Bitcoin es un medio de intercambio. Y el par Bitcoin-dólar es el más importante de todos. Lo que implica que la tasa es fundamental. No es lo mismo un Bitcoin en un dólar que un Bitcoin es un millón de dólares. Con un dólar no podemos, jamás ni nunca, adquirir los mismos bienes y servicios que con un millón de dólares. La tasa importa mucho en el caso de un medio de intercambio. Y la frase “Un bitcoin es un bitcoin” insinúa autonomía. Pareciera que Bitcoin y el dólar no están relacionados. Absurdo. Obvio que son un par. 

Los bancos no se van a perder la oportunidad de ganar dinero con Bitcoin. Y el precio de Bitcoin se beneficiará bastante con el nuevo capital entrante.  El bitcoiner promedio quiere ver un incremento en el precio de Bitcoin, porque quieren ver crecer a su patrimonio. Lo que quiere decir que los bancos serán bienvenidos. Por supuesto que la minoría ortodoxa se quejará en las redes apelando a los viejos dogmas. De hecho, no todos estarán muy contentos con los recién llegados. Sin embargo, el dinero ganado nos ayudará a ignorar las advertencias de un Andreas Antonopoulos diciendo que PayPal contradice la esencia de Bitcoin. ¿Cuál es la esencia de Bitcoin? ¿Habla de esencia o dogma? Bitcoin es lo que queremos que sea. Me temo que los bancos llegarán para quedarse. ¿Y la vieja narrativa antibanco? Nos tocará adoptar una nueva narrativa. Lo siento, Andreas. 

Este artículo no contiene consejos o recomendaciones de inversión. Todas las inversiones y operaciones implican un riesgo, y los lectores deben realizar su propia investigación a la hora de tomar una decisión.

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