La Reserva Federal y la inflación: ¿Cómo afecta a Bitcoin la nueva estrategia?

El pasado jueves, Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, anunció su compromiso con la creación de empleo mediante un replanteamiento en los objetivos de inflación. Es decir, el objetivo de 2% (anual) se suavizará para permitir niveles superiores. Lo que en realidad quiere decir que las tasas de interés se mantendrán bajas por más tiempo. Estas medidas se toman para compensar los desequilibrios causados por la crisis del coronavirus. Este “giro” estratégico generó alzas en Wall Street ante la perspectiva de que tendremos dinero barato para rato. Sin embargo, el mercado Bitcoin reaccionó con cierta apatía. ¿Por qué el cambio? ¿Y qué significa todo esto?

La inflación siempre es un tema polémico. Para los ultraconservadores, la inflación es lo peor del mundo. La inflación se sataniza principalmente por razones políticas. Es decir, la inflación se asocia con la intervención gubernamental en la economía. Sin embargo, si eliminamos el componente político y recurrimos meramente al campo económico, nos daremos cuenta que la inflación es un fenómeno con consecuencias positivas y negativas. En realidad, no es algo malo o bueno per se. En el fondo, es un asunto de medida. No hay inflación mala. Solo hay inflación adecuada e inflación inadecuada.  

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El rol de la Reserva Federal es equilibrar la economía con las herramientas que tiene a su disposición. La meta es la estabilidad. Esto implica que ante los desequilibrios se deben tomar medidas correctivas. Por ejemplo, en un cuadro deflacionario se deben tomar medidas inflacionarias. Y en un cuadro inflacionario se deben tomar medidas deflacionarias. Estas son medidas temporales y correctivas que buscan la estabilidad. La agresividad o pasividad de las medidas depende de la gravedad del desequilibrio. 

El trabajo de la Reserva Federal se apoya mucho en los datos. Cada trimestre recibe datos y cada trimestre reduce, aumenta o mantiene su estratégica según esos datos que recibe. En cierto modo, es un proceso de ensayo y error. No me refiero a que improvisan. Se trata de que aplican medidas y luego ven los efectos de esas medidas en la economía. Según esa reacción, se hacen los ajustes correspondientes. 

Los críticos del sistema de bancos centrales siempre confunden los ciclos cortos con las tendencias largas. Por ejemplo, si en un trimestre la inflación se disparó debido a los estímulos, se escandalizan y pronostican niveles de inflación incontrolables en el futuro. Eso ocurre porque se toman medidas excepcionales diseñadas para compensar un desequilibrio anterior y se presentan con una política permanente implementada con irresponsabilidad y torpeza para perjudicar al sistema. Muchos en la comunidad cripto han dicho, por ejemplo, que los estímulos causarán inflación en Estados Unidos como la de Venezuela o Zimbabue. Eso, por supuesto, es una exageración. 

Cuando los críticos de Bitcoin anuncian su muerte después de un fuerte descenso en el precio, los bitcoiners desestiman ese argumento por ser un sinsentido. Después de su máximo histórico del 2017, por ejemplo, Bitcoin ha experimentado pérdidas considerables. Sin embargo, sabemos que en el 2016-2017 Bitcoin aumentó mucho y hoy estamos muy por encima de los mínimos del 2018-2019. Sabemos perfectamente que estos argumentos de la supuesta muerte de Bitcoin durante los ciclos bajistas son una mala lectura de la situación. Sin embargo, muchos usan el mismo argumento para criticar al dólar. Toman los datos de junio-julio-agosto y de pronto comienzan a hablar de “hiperinflación” para el 2021. Pero bien sabemos que estas narrativas son exageraciones movidas por un sesgo muy radical. 

La llegada del coronavirus generó una crisis deflacionaria. La caída de la demanda desplomó los precios y aumentó dramáticamente el desempleo. El dólar se fortaleció demasiado. La gente entró en pánico y se refugió en el dólar (y en los bonos del Tesoro). Este dólar fuerte no es bueno para la economía. Porque el dólar que está debajo del colchón no está circulando en la economía. Si la gente no gasta, los negocios no generan ingresos. Y eso trae desempleo. Un dólar fuerte estimula el ahorro, desalienta el gasto y perjudica las exportaciones. En otras palabras, un dólar demasiado fuerte significa crisis. La escasez monetaria es terrible para el crecimiento económico. 

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Ahora bien, los estímulos de emergencia llegan para frenar la deflación. Se inyecta liquidez al sistema para subir la demanda. Al subir la demanda, suben los ingresos. Y al subir los ingresos, se generan empleos. Entonces, la inflación de hoy es una compensación por la deflación de ayer. Porque la idea es llegar a la meta de 2% de inflación anual. Eso no ha sido nada fácil. Pese a la agresividad de los estímulos, la inflación se ha rehusado a subir. No tanto por la falta de liquidez sino por la velocidad del dinero. Es decir, hay dinero, pero no está circulando. Se está quedando estancado en los mercados financieros y no está llegando a la economía con la velocidad deseada. 

La experiencia nos ha enseñado que una tasa de inflación del 2% o 3% anual es la ideal para el crecimiento económico. Por muchos años, Estados Unidos ha escogido trabajar en base a un 2%. En el pasado, si la inflación un trimestre sube demasiado, la Fed usa todas sus herramientas fiscales y monetarias para reducir la liquidez del sistema. De ese modo, cumplir con la meta anual. Durante la última década, el dinero ha estado barato porque las presiones deflacionarias han sido muy fuertes.  

Un punto importante. En la década de 1950, el economista neozelandés William Phillips estudió la estrecha relación entre la inflación y el empleo. Estoy hablando de un fenómeno económico que se conoce como la curva de Phillips. Esta es una curva empírica que representa la relación negativa que con frecuencia se presenta entre la tasa de inflación y la tasa de desempleo. En otras palabras, el empleo pleno tiende a ser inflacionario. Y la deflación se relaciona con el desempleo. Lo que nos lleva a la gran paradoja de la última década. Durante la última década, hemos tenido bajas tasas de desempleo y bajas tasas de inflación, contradiciendo así la famosa curva de Phillips.  

Obvio que la curva de Phillips no es perfecta. No toma en cuenta, por ejemplo, las presiones deflacionarias de las importaciones chinas, los avances tecnológicos y la inmigración. La llegada del coronavirus creó una deflación a niveles históricos. Pero la respuesta de los bancos centrales ha sido rápida y contundente. Los estímulos han sido sumamente agresivos, pero adecuados, porque se ajustan a la gravedad de la crisis. 

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El problema es la tasa de desempleo, que todavía es muy alta. Hay liquidez, pero el dinero se está moviendo con mucha lentitud. Es decir, hay dinero, pero no hay mucho gasto. Entonces, esta situación extraordinaria requiere medidas extraordinarias. Lo que quiere decir que necesitamos más inflación. La inflación ha estado subiendo, pero pese a ello, las tasas de interés se mantendrán bajas por el bien del empleo. 

¿Qué significa esto para Bitcoin? En términos generales, es positivo. La liquidez desalienta el ahorro en dólares y estimula el gasto y la inversión. Este es un ambiente favorable para los mercados. La nueva estrategia de la Fed es interesante, pero en realidad no es una bomba. Por un lado, ya se veía venir. Y, por el otro, mantener las tasas bajas no tiene un efecto tan explosivo en los mercados como la Expansión Cuantitativa (QE). Las tasas bajas no sirven de nada si la gente se rehúsa a gastar o a pedir préstamos. Sin embargo, la declaración de Powell nos está diciendo que las condiciones alcistas actuales seguramente se mantendrán hasta fin de año. La fiesta continua.