Huella y salida de Elon Musk como CEO de Twitter: ¿Libertad o Caos?

Entre los muchos talentos de Elon Musk, sin lugar a dudas en el tope de la lista, está su capacidad de hacer sus grandes promesas y conseguir dinero por ello. Elon Musk es el hombre del futuro. Pero que ese futuro llegue o no es secundario e irrelevante. La recaudación es hoy. La expectativa sola es suficiente para levantar el entusiasmo de los inversores. La gran pregunta es: ¿Cuál de sus empresas es rentable ahora? ¿Las valoraciones reflejan los fundamentales?

Claro que en el mundillo de los multimillonarios está muy de moda anunciar a los cuatro vientos el cuento chino de que el dinero carece de importancia. Al parecer, todo lo que hacen es por valores mucho más nobles. En el caso de Elon, tenemos a un autoproclamado salvador de la humanidad. ¿Tesla? No es una compañía. Tesla es una causa. Al parecer, lo que se quiere es salvar al planeta. ¿SpaceX? Tampoco es una compañía. También es una causa. Al parecer, lo que se quiere es convertir a la humanidad en una especie interplanetaria. ¿Twitter? ¿Una compañía? No, en el caso de Twitter, la misión es la libertad de expresión. En otras palabras, Elon Musk no es un empresario. Elon es un mesías. ¿Le creemos? Bueno, la clave de su éxito en gran medida está que la gente sí le cree. Elon Musk es un John Connor para muchos.

¿Qué hace un multimillonario aburrido que ya tiene una empresa de automóviles eléctricos, otra de cohetes espaciales y otra de túneles subterráneos? Pues comprar una red social, claro. Eso es lo que hizo Elon Musk, el hombre que quiere salvar el mundo y colonizar Marte. ¿Por qué Twitter? Pues porque es la plataforma favorita de Elon para comunicarse con sus fans, sus haters y sus colegas millonarios. Además, así puede controlar lo que se dice de él y de sus proyectos. Y si alguien le enfada, pues le restringe, o le cancela. Así de fácil. Elon Musk pagó 40 mil millones de dólares por Twitter, una ganga según él. Ahora puede tuitear lo que quiera sin miedo a que le censuren o le critiquen. Y si alguien le contradice, pues le envía un cohete a su casa. Así de sencillo.

Si escuchamos a Elon Musk hablando de Elon Musk, uno podría concluir que se trata de un nuevo Jesucristo. Pero si ignoramos su discurso y nos enfocamos en sus acciones, lo que vemos es un multimillonario que busca poder y dinero sin límites. Lo que en realidad quiere es hacer lo que le da la gana. O sea, salirse con la suya. ¿Su arma principal? Su capacidad de convencer a sus seguidores de su genialidad. Lo que se puede convertir en una adicción. No ha terminado lo que empezó y ya está iniciando un nuevo proyecto. Y en todos sus proyectos encuentra inversores que le creen y le dan dinero. Sumamos la capitalización de mercado de todas sus empresas y tenemos al hombre más rico del mundo. ¿Y la rentabilidad? No importa. El dinero no importa. Lo importante es salvar al mundo. Sin embargo, los inversores que compran participación en sus empresas lo hacen con aspiraciones financieras.

¿De dónde sacó Elon Musk los 44 mil millones de dólares para comprar Twitter? Pues de su empresa estrella, Tesla. Elon usó acciones de Tesla como garantía para obtener préstamos de bancos e inversores que confían en su visión. Claro que ellos sí quieren verle el queso a la tostada. Como de costumbre, Elon adquirió Twitter con grandes promesas de reforma. O sea, como todo revolucionario, prometió el cielo desde la oposición. Pero una vez en el poder… no es tan fácil. Twitter tiene sus propios problemas, desafíos y competidores. Y no todos los usuarios están contentos con el nuevo dueño. Algunos lo acusan de querer imponer su agenda y su ego. Otros lo ven como un salvador que traerá innovación y transparencia. Lo cierto es que Elon tiene ahora una nueva responsabilidad y un nuevo reto. ¿Podrá cumplir con sus promesas o se quedará en el intento?

Elon Musk se coronó como el rey de Twitter cuando compró la red social. Pero su reinado no tuvo mucho tiempo de luna de miel. La anarquía de Elon no causó mucha gracia a muchos anunciantes (la fuente de ingresos de la compañía). Por ejemplo, en el feudo entre Musk y Apple, Musk ha respondido como el niño mimado que está acostumbrado a salirse con la suya. Ha tuiteado que Apple es una empresa aburrida, que sus productos son caros y que sus usuarios son borregos. En el fondo, lo que aquí tenemos es un baño de realidad. Apple es uno de los mayores anunciantes de Twitter y uno de los competidores de Tesla. ¿Podrá Elon mantener su actitud rebelde sin perder dinero ni clientes? ¿O tendrá que moderarse y comportarse como un adulto responsable?

Elon Musk ahora ha decidido cambiar de jefe. Ha nombrado a Linda Yaccarino, la ex presidenta de publicidad de NBCU, como la nueva CEO de la red social. ¿Y por qué ha hecho esto? Pues porque quiere ganar más dinero con los anuncios. Linda tiene mucha experiencia en el mundo de la publicidad y sabe cómo atraer a los anunciantes. Elon espera que ella le ayude a aumentar los ingresos de Twitter y a mejorar su imagen. ¿Y no era que el dinero no importaba?

¿Y qué dicen los usuarios? Pues que están confundidos y sorprendidos. Algunos creen que Elon está haciendo un buen movimiento. Otros piensan que está arruinando Twitter. Y otros se preguntan si esto es otra broma de Elon o si tiene algún plan secreto. Jack Dorsey, por ejemplo, ya no considera que Elon Musk sea la persona adecuada para dirigir Twitter. Jack, calladito te ves más bonito.

Twitter y Elon Musk me recuerdan a Rebelión en la granja, de Orwell. Los animales se alzan contra el granjero y prometen un mundo mejor. Pero no pueden cumplirlo. Algunos se vuelven tiranos y explotan a los demás. La granja empeora. Lo mismo puede pasar con Twitter. Elon prometió mejorar la red social. Pero tal vez termina decepcionando a los usuarios y a los inversores. O tal vez en lugar de un oasis de la libre expresión, tengamos una plataforma controlada por un dictador. ¿Será Twitter el cielo o el infierno?

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