¿Debería el dinero ser “privado”?

¿Quién debería crear el dinero? ¿El Estado, los ciudadanos o Dios? En este momento, el dinero normalmente se asocia con el Estado. Sin embargo, el sistema actual no es del todo estatal. En realidad, se trata de un alianza entre lo privado y lo público. Además, no podemos decir que este sistema de dinero fiat es totalmente arbitrario. Esta solución es el resultado de un proceso histórico. La humanidad, en el pasado, ha experimentado con distintas formas de dinero. Y, bien sabemos, por experiencia, que todas las formas de dinero tienen sus pros y sus contras. Por esta razón, hemos recurrido a esta forma mixta. Porque, dentro del sistema mixto, los distintos elementos crean un equilibrio mediante chequeos y balances. Entonces, al evitar los extremos, en el punto medio, los defectos se suavizan un poco.

Claro que lo “mixto” no es amigo de todos. Siempre hay corrientes aspirando a establecer soluciones menos “ambiguas”. Algunos sectores de la izquierda proponen eliminar por completo todos los elementos privados para ceder todo el control al poder estatal. Esto se hace en nombre de la igualdad y de la justicia social. Por experiencia, sabemos el trágico desenlace de esta historia. Con todo el poder en un centro, tarde o temprano, se impone una tiranía que destruye la economía para favorecer a la élite en el poder.

Estas posturas de la extrema izquierda provocan una reacción igualmente extremista por parte de la derecha. En defensa de la libertad, la derecha toma una actitud reaccionaria a los avances del estatismo. Es decir, volvamos al pasado. Y se comienza a idealizar al liberalismo clásico. Pero, por experiencia, también sabemos el trágico desenlace de esta historia. Porque ya sabemos que el sector privado dejado a la buena de Dios crea un Salvaje Oeste tan destructivo e injusto como una tiranía estatal.

Como referencia, podemos recurrir al Estados Unidos del siglo XIX. La fragmentación, el fraude, la manipulación y el caos eran el pan nuestro de los días en aquellos tiempos. La era de la banca libre en los Estados Unidos se caracterizó por la inestabilidad. Las condiciones del momento alentaban una desconfianza que normalmente terminaba en pánicos financieros y corridas bancarias (“bank runs”). ¿Suena familiar?

Resulta bastante irónico que un país construido alrededor del dinero y el comercio haya tenido tantos problemas para crear una moneda verdaderamente nacional. De hecho, se podría decir que la cultura estadounidense del individualismo protestante hizo muy difícil la implementación de soluciones centralizadas para toda la federación. Eventualmente, sí se llegó a una solución centralizada, pero se llegó ahí debido al fracaso rotundo del sistema descentralizado. O sea, se aceptó el centralismo como un mal necesario por agotamiento. En este caso, ganó el pragmatismo sobre los valores libertarios.

La tendencia de las nuevas generaciones conservadoras de idealizar los dogmas libertarios en el contexto de las criptomonedas nace, en gran parte, de la ignorancia. De hecho, muchos creen que todas estas ideas nacieron con Bitcoin. O sea, al parecer, todo esto es totalmente nuevo.  “Nunca había existido algo así”, he escuchado varias veces de supuestos expertos en el tema. Lo que se convierte en una gran ventaja. Porque la oposición siempre tiene la razón. Y toda utopía es perfecta en la imaginación. Entonces, el fanatismo se puede esparcir con más facilidad. 

Ahora bien, lo que Satoshi Nakamoto realmente hizo fue proponer una moneda ciudadana (digital) inspirada en el oro. Debido a esa relación con el oro y con lo tecnológico, los primeros entusiastas de esta nueva moneda ciudadana fueron informáticos, libertarios, anarcocapitalistas y conservadores. Ya el patrón oro era un planteamiento muy popular dentro de esta corriente. Entonces, Bitcoin es una especie de patrón oro al estilo californiano, pero adaptado a la nueva era digital. Gracias a las redes sociales, todos estos grupos con ideas y valores similares se congregaron alrededor del nuevo proyecto. Es decir, lo nuevo se formó con ideas viejas. Pero, debido a la novedad de los términos y la ingenuidad de los jóvenes, la iniciativa se presenta como totalmente original.

Después de la crisis crediticia del 2007, el espíritu anti-establecimiento se dispersó por todos partes. Y el centro político prácticamente desapareció. Ahora lo que tenemos son extremistas. Los moderados son muy pocos. Ahora lo que tenemos son extremistas de izquierda y extremistas de derecha luchando entre sí. Este es un mundo polarizado. Es ellos contra nosotros. Somos nosotros contra ellos. La meta ya no es el bien común. La meta es luchar contra el enemigo. 

¿Quién es el enemigo? Los gobiernos, los bancos centrales, la banca privada, la prensa liberal, las corporaciones, los economistas “keynesianos” y los progresistas. ¿Quién es el bando amigo? El pueblo iluminado. Los promotores de la utopía libertaria. Todo el que piense como yo. En la práctica, toda la militancia. Y todos los influencers de esa corriente.

En todo país moderno, el Estado normalmente es el empleador más grande, el acreedor más grande, el deudor más grande, el proveedor de servicios más grande, el comprador más grande y el socio más importante. Todo ciudadano tiene una relación económica con el Estado. En la mayoría de los casos, la intervención estatal en la economía es inevitable. Lo que mejor se puede hacer es regular esa intervención con chequeos y balances para que esa intervención sea lo más beneficiosa posible.

Por otro lado, el dinero privado no es ninguna panacea. Y un dinero privado basando en un fundamentalismo de libre mercado mucho menos. El dinero es una forma de organización. En realidad, afecta a la sociedad toda. Más allá de las justificaciones teorías para ello, yo en este caso recurro al pragmatismo. Sin el apoyo y control de las grandes instituciones sociales y políticas, lo totalmente privado no puede ganar muchos espacios. La conquista de lo privado sobre todo lo demás es una quimera. El sueño de Ayn Rand, en mi opinión, es poco probable. Tarde o temprano, las personas buscarán organizarse detrás de un frente común. Tarde o temprano, las personas querrán imponer justicia mediante reglas. Dudo mucho que la utopía libertaria a gran escala tenga mucho futuro. Creo más en los sistemas mixtos. Una privatización parcial será lo más cercano a la utopía que podremos lograr. 

¿Acaso el dinero debería ser privado? No lo sé. De pronto, sí. Pronto, no. El asunto es que la meta del inversor no es reformar el sistema. No es la lucha por la utopía. La meta del inversor es crecer financieramente. Se trata de un fin práctico. No es una cruzada ideológica. Entonces, lo que debe ocupar nuestro tiempo es la búsqueda de las oportunidades financieras. Esto requiere una objetividad muy particular. Se requiere una observación imparcial para poder tomar las mejores decisiones. En el mundo de las inversiones, la idiosincrasia normalmente es contraproducente. No sigas la utopía. Sigue el dinero. 

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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