Bitcoin para el empresario latinoamericano: Negocios vs Bitcoin

Acabamos de romper nuestro máximo histórico, después de tres años de paciencia, y, por supuesto, hoy todo parece color de rosas. Hablamos de porcentajes, retornos y ganancias. Todo el mundo está muy contento. Y es lógico. La inversión está dando frutos. Es decir, todos están en positivo, indiferentemente del precio de compra. Afortunadamente, no todos compramos en diciembre del 2017. La mayoría compró a precios mucho más bajos y hoy estamos disfrutando de incrementos de 2X, 3X o más. Sin embargo, muchos empresarios aún son escépticos. ¿Invertir en Bitcoin es mejor que un buen negocio? 

Debo advertir de antemano que las reflexiones aquí expuestas son más opiniones personales que un análisis profundo basado en data pura. Son reflexiones personales y subjetivas. El lector debe decidir qué tan útil puede llegar a ser lo dicho aquí. Porque lo mío se construyen de anécdotas provenientes principalmente de un contexto muy limitado. O sea, de mi día a día. El hecho de llevar una doble vida, de pronto, me da el beneficio de ver los contrastes de las dos visiones. Cuando digo que llevo una doble vida, no me refiero a que salgo por las noches a luchar el crimen con un antifaz. Me refiero a que invierto en Bitcoin y escribo bastante sobre el tema, pero también que tengo mis negocios. Entonces, soy bitcoiner y empresario. 

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Esto es bastante relevante, porque el asunto es que estamos hablando de dos círculos muy distintos. El bitcoiner promedio es muy distinto al empresario (latinoamericano) tradicional. Me refiero a la demografía, al modo de pensar, y a la visión general de las cosas. Por ejemplo, entre Bitcoiners, yo podría ser tildado de conservador, viejo y algo prosistema.   Pero, entre los empresarios, podría ser tildado de joven, vanguardista y fuera de lo común. “El que sabe de Bitcoin”. (Vivo en Venezuela). 

Muchos bitcoiners parecen estar medio molestos con el mundo. Y caen fácilmente en la retórica de las conspiraciones. O sea, el malvado sistema. No tienen mucha experiencia, pero siempre tienen la “razón”. Y son muy dados a la controversia. Es decir, se molestan con facilidad durante un debate. Les encanta pelear en Twitter con extraños y cosas así.  Y, sobre todo, Bitcoin es lo mejor del mundo. El mesías que nos sacará del abismo. 

El empresario generalmente tiene años en su oficio. Conoce a mucha gente de su ramo. Tiene socios, contactos, y conocidos. Tal vez conoce a gente en el Gobierno. Y posee olfato para los negocios. El empresario latinoamericano, por lo general, confía en el dólar y en el Gobierno de los Estados Unidos. Invierte en casas, autos, y en su negocio. Tiene cuentas en el exterior. E inversiones en Miami, Panamá, o en algún lugar así. Bienes raíces, por lo general. Pero, sobre todo, es un ser social más que técnico. Lo que quiere decir que es un animal básicamente gregario. No está en Twitter. No discute en las redes. Las reuniones no son virtuales. Son presenciales. La cena, el bar, el almuerzo. La salida en bicicleta de montaña. Se venden cosas, se compran cosas, se hacen préstamos, y se hacen tratos. 

Una de las grandes diferencias entre hacer negocios en Latinoamérica y hacer negocios en Estados Unidos o Europa es el tema de los márgenes. En Latinoamérica, un margen de 30%, 50%, 100% o de más en un negocio no es algo particularmente raro. En mi ramo (los vehículos), se manejan márgenes bastante altos. No tan altos como los márgenes en el negocio de la comida. Pero ciertamente son mucho más altos que lo visto en Estados Unidos. En Venezuela, por ejemplo, uno puede ser un dealer y hacer negocios. Pero, en Estados Unidos, la competencia es simplemente brutal. La presión de los grandes es devastadora para los más pequeños. Esto obviamente reduce los márgenes de ganancia. 

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Supongamos por un momento que decidimos hacer una serie de importaciones para montar una tienda. El producto no importa. Autos, bicicletas o teléfonos. Por lo menos en un país como Venezuela es posible obtener un margen superior al 30% de estos simples negocios. Las ventajas en el caso de un negocio así es que muchas variables están bajo nuestro control. En muchos sentidos, el riesgo es mínimo. Hay un inventario. Y lo que no se vende queda en el inventario. 

Ahora imaginemos que invertimos $100 en un negocio con un margen de 30%. En unas semanas, hicimos la venta y tenemos $130. Y, con ese monto, volvemos a importar. Saquemos ahora la cuenta de tres años de trabajo duro. De pronto, la subida de Bitcoin no parece tan espectacular. ¿Por qué digo esto? 

Estaba en una reunión con unos empresarios. Vendedores de vehículos casi todos. De pronto, surge el tema de Bitcoin. Y me preguntan. ¿Cuánto ha subido? Digo: Casi 300%. O sea, del precio promedio al precio actual. O sea, mi ganancia real. ¿En cuánto tiempo de espera? Tres años. ¿Qué pasó? De 10 personas, 9 expresaron reservas con el negocio. Uno dijo: “yo prefiero los autos”.  Y todos me recomendaron vender ahora, aprovechando el alza. 

Mientras tanto, mi círculo bitcoiner está con la emoción al mil por hora. El contraste entre los dos grupos es muy grande. Pero considero que el error es ver a Bitcoin como un negocio. Es decir, presentar las dos cosas como intercambiables. Porque no hay mejor negocio que un buen negocio. De eso no hay duda. En otras palabras, no hay como el trabajo duro. Crear una empresa. Generar riquezas. Construir. Un producto. Si lo tuyo son los autos, sigue con los autos. La mejor reserva de valor para un empresario es su propia empresa. 

Sin embargo, la mayoría de los empresarios tienen un capital excedente por ahí en alguna cuenta extranjera, ganando menos de 6% al año. Bitcoin puede ser muy útil en esos casos. Porque se puede destinar un pequeño porcentaje de ese total para invertir en Bitcoin, para que ese 6% mejore un poco. En otras palabras, Bitcoin no es necesariamente un sustituto al trabajo duro. No es un esquema para hacerse rico rápido. Es simplemente un activo muy interesante que puede mejorar el rendimiento de tu portafolio de activos líquidos. 

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Ahora bien, yo diría, por otro lado, que muchos bitcoiners están en una mala onda. O sea, me refiero específicamente a la idea de que voy a comprar Bitcoin y pronto seré un millonario. En otras palabras, querer dinero sin trabajar. La idea de ver a Bitcoin como una lotería. Un dinero mágico que me hará millonario mientras yo estoy todo el día peleando en Twitter. Ahí hay algo que no me termina de cuadrar con ese modo de pensar. 

Para el empresario con dudas sobre Bitcoin: Hay que seguir trabajando. Y es muy válido ser escépticos de todos esos cuentos que prometen dinero fácil y rápido. Si no te gusta Bitcoin, no entiendes mucho, o te produce desconfianza, lo mejor es no invertir. Una inversión no puede convertirse en un sufrimiento. Por otro lado, si hay cierta curiosidad al respecto, puedes comenzar a comprar. Pero sin mucho alboroto. Debe ser algo como los abuelos que compraban una moneda de oro y la escondían en el patio. Una pequeña inversión. Ni más, ni menos. Mientras tanto, se sigue trabajando.